Voy a contar alguna de mis vivencias de finales de los
ochentas y los noventas, veníamos de una transición, durante la cual los
límites entre la legalidad y la ilegalidad estuvieron muy difusos durante
algunos años, había permisiones en cosas que hoy en día es totalmente imposible
de entender. Mi adolescencia la pase en un pueblo de 11000 habitantes, La Seu d’Urgell,
era habitual que los maestros fumasen en clase, que los alumnos fumasen en el
patio, el médico en su consulta, etc.
Recuerdo un viernes
de 1986 cursando yo primero de FP en un colegio de los Hermanos de La Salle con
14 o 15 años, en vez de ir a misa yo y tres compañeros nos quedamos fumando en
el patio. Cuando todos salieron del acto litúrgico subimos a la clase. El
hermano coordinador, nos sacó de clase y nos citó el sábado por la mañana
para hacer matemáticas como castigo, toda la mañana, por supuesto ninguno
fuimos a la cita. El lunes cuando llegamos el tipo nos dejó apartados en su
despacho, y nos dijo textualmente: “cojan sus bártulos y de vacaciones a casa
una semana, ¡¡¡ESTAN EXPULSADOS!!!”, ¿y ahora qué hacemos?, naturalmente
nuestros padres ni sabían nada, ni les iban a avisar, ya que para expulsar a un
alumno había que hacer una reunión previa con la Asociación de Padres y Alumnos
y los profesores, y el “vinillo”, mote que tenía el hermano coordinador a causa
de su afición al vino y el coñac, nos echó por sus santos y vírgenes cojones.
Nos pasamos una
semana saliendo de casa con los libros bajo el brazo, por la mañana matábamos el
tiempo en el bar que había delante del colegio, luego nos íbamos a dar una
vuelta por las afueras del pueblo. Recuerdo que el segundo o tercer día de
estar expulsados, encontramos a dos “yonkis” pinchándose en un banco de las
afueras, aún hoy tengo esa imagen clavada en el cerebro, las gomas, las jeringuillas,
la sangre y el “colocón” que pillaron, que apenas si podían hablar con
nosotros.
Por las tardes la
cosa ya era más animada, habrían los Pubs, primero íbamos a uno cercano al colegio,
El Drac donde ponían música disco, con el fondo común que hacíamos cada mañana consumíamos
alguna cerveza y comprábamos tabaco. Luego íbamos a otro pub que ya eran
palabras mayores, “El Vícper”, dentro se podía fumar hachís, marihuana y drogas
varias que corrían por ahí, se escuchaba heavy, punk, rock, un mundo que nos alucinaba
con nuestros 14 o 15 años, eran los ochentas y La Seu era una ciudad sin ley.
Así nos pasamos
cinco días, correteando por la Seu, sin dejarnos ver demasiado, las paredes
tienen ojos y la Seu es pequeña. Al siguiente lunes fuimos a clase otra vez,
allí entramos y nadie nos preguntó nada, nos sentamos en nuestros sitios y a
pasar el rato. Esto marcó un precedente para nosotros, descubrimos un mundo
nuevo, atractivo, descontrolado, y que llamaba a nuestras almas adolescentes
igual que un imán al hierro, y todo gracias a los santos y vírgenes cojones del
“vinillo”, que nos expulsó por no ir a misa, nos sentíamos expulsados del cielo
directos al infierno…, por supuesto mis padres se enteraron de esta movida al
cabo de unos diez o doce años, siendo ya yo padre también.
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