Había una vez, en
un reino muy muy muy cercano, España
para ser exactos, una islita llamada La
Gomera, gobernada por el Cacique Casimiro Curbelo. El Cacique Curbelo, era muy amado
por sus conciudadanos gomeros, tanto si querían como si no querían.
El Cacique Curbelo,
fue llamado a ejercer de Senador en la capital del Reino, donde su hijo
bachiller cursaba el último año de su carrera. Un día, al finalizar este sus
estudios, el Senador Cacique Curbelo, para celebrar tan alto cometido, invitó a su hijo a visitar un local de ocio
nocturno de esos donde las señoritas aligeran sus ropajes y dejan las vergüenzas
en el armario. En mitad de la celebración entre señoritas de vida fácil,
alcohol y vaya a saber si alguna sustancia más, al senador se le cruzaron los
cables, liando un berenjenal al que tuvo que acudir la autoridad competente
para intentar restaurar el orden y la ley.
Fue tal el
berenjenal, que el Senador Cacique Curbelo empezó a jactarse ante las
autoridades de su noble título, arremetiendo en escarnio contra ellos, incluso soltándoles
algún tortazo a tan aguerridos representantes del orden, acabando este, el hijo y
el Espíritu Santo detenidos por tal alta afrenta y escarnio.
Aunque a causa de tan penoso desaguisado el
Cacique Curbelo tuvo que dejar su cargo de Senador en la capital del Reino, continúo
viviendo feliz como una codorniz gobernando su bien amada y pequeña isla de La
Gomera…, así que ya saben, pueden liarse tranquilamente a “ostiazos” con las
autoridades, que encima igual les dan una pequeña isla en la que practicar el
fabuloso arte del caciquismo.
¡JESÚS, QUE
PAÍS!
Muy bueno!
ResponderEliminarpero lo peor de este personaje es que se vaya de juerga con su hijo, no se....es un poco espeluznante.
feliz semana santa
besos carmen
Todo en si supera a la ficción, yo conozco algún otro caso donde esta situación se da aunque no a tan altas esferas.
EliminarSaludos y buenas vacaciones.
Pero esque queda algun mandatario serio. entre todos a la miseria nos hundiran.
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