miércoles, 21 de marzo de 2012

CIUDAD SIN LEY II


  Una tarde del verano del 93 estábamos tomando unas cervezas en una céntrica terraza de la Seu, estaba con nosotros el Jorge, uno de los mejores conductores que he conocido, y hablábamos del tema de moda en esa época, el contrabando.  

   Todos contaban sus hazañas, algunas más ciertas que las otras pues siempre se tiende a la exageración con tal de superar lo contado anteriormente. Jorge no mediaba palabra, solo escuchaba y bebía de su Coca-Cola a pequeños sorbos, pues no tomaba alcohol. De repente, levantó la cabeza y nos soltó la siguiente frase: “sois todos unos fantasmas, yo bajo tres cajas por dentro de la Aduana en el maletero, cuando queráis os lo demuestro”. Primero se hizo un silencio cortante, al cabo de unos segundos el silencio se volvió risa, risa nerviosa y cargada de adrenalina, pues Jorge nunca habla por hablar.

   Esa misma noche subimos todos hacia Andorra, el con su Láncia Delta Integrale, y el resto con otro coche, fuimos hasta un almacén, compró las tres cajas y las repartió entre el maletero y el asiento trasero, y hicimos tiempo hasta que fueron las tres de la madrugada, y nos pusimos en marcha hacia la Aduana de La Farga de Moles, Jorge delante en su Láncia, y nosotros detrás para dar fe de la hazaña.

   Conforme nos íbamos acercando a la Frontera a un paso tranquilo, los nervios hacían más mella en nosotros que en Jorge seguramente. Solo salir de la Frontera, empezó a zumbarle al Láncia, de la frontera a la Aduana debe haber unos 300 metros en bajada, lo fuimos perdiendo y vimos como cruzaba la Aduana como una exhalación, según nos dijo él a unos 130 km/h. La Guardia Civil tardó unos segundos en reaccionar, nosotros llegamos, nos paramos en el box con una excitación mal disimulada, y apenas nos hicieron caso y nos dejaron continuar. Al momento salieron dos patrullas a la persecución, y bajando encontramos controles por todos lados, y de Jorge ni rastro, seguramente se hizo los 12 km entre la Aduana y su almacén en mucho menos de 10 minutos.

   Habíamos quedado en una Discoteca que se llamaba “Luxury”, al rato de estar nosotros llegó él, con una sonrisa de oreja a oreja y su paso tranquilo de siempre. Esa noche y los siguientes días no se habló de nada más. Es más lo repitió dos veces más en un espacio largo de tiempo.

   Que cojones tienes, y que locos estábamos…

LOS NOMBRES DE ESTA HISTÓRIA SON INVENTADOS.

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